“Me gusta ser Rapito, lo llevo en la sangre”

Ha sido payaso durante nueve años, llevando alegría a las fiestas para la que es contratado, su arte lo llena de felicidad, la que comparte con quienes lo rodean.

Por Silvia Sandoval
La Palabra Universitaria
 

Edwin Cruz es el nombre natural del payaso Rapito, conocido por muchos gracias a la publicidad que él mismo se hace a través de las redes sociales, y pegando rótulos en los postes con su número de teléfono para ser contratado y llevar un rato de entretenimiento en las fiestas.

Rapito, es decir, Edwin Cruz, nació y creció en el cantón San Francisco El Porfiado, del municipio de Santiago Nonualco. Al cumplir 23 años, emigró de su pueblo natal a  San Salvador, buscando una oportunidad para sostener su familia dignamente tal y como sus padres le enseñaron.

Edwin provenía de una familia grande de agricultores y, como expresa, con la bendición de ser parte de cinco hermanos. Según describe, su niñez fue muy feliz, jugaba en patios de tierra, su casa tenía corredores y muchos árboles; para entonces no sospechaba que su vida daría un giro muy peculiar, pues en su familia nadie tenía aficiones circenses.

Ahora, a sus 40 años, su vida se divide en dos facetas: de lunes a viernes lleva una vida común de un hombre que trabaja para una empresa privada y cumple con un horario, pero los fines de semana le da vida a Rapito, a quien le apuesta toda la energía positiva, se viste de colores, su voz se torna juguetona, derrocha risas y chistes al por mayor.

Rapito es el artista, es divertido, hace cada ocurrencia para amenizar, es un poco diferente a Edwin, quien se convierte en su manager, él es su creativo, su publicista, quien maneja los contratos, son personalidades muy versátiles, quizá hasta muy distintas,  pero que se fusionan para salir adelante cada día, superase y llevar diversión.

A pesar de ser originario de Santiago Nonualco, su escenario es San Salvador, aunque también ha tenido presentaciones en diferentes departamentos. Admira el trabajo de muchos payasos de México y Perú, pero lucha por mantener un estilo propio, le gusta que la gente esté motivada y que haya mucha risa, no es partidario de las ilustraciones o poemas del payaso triste, indica que lo de Rapito es la alegría.

¿Por qué el nombre artístico Rapito?

Trato de mantenerlo en el anonimato, pero lo único que les puedo decir, es que fue alguien importante para mí, se deriva de las iniciales del nombre propio de una persona, de ahí que se compuso RAPITO.

 

¿Cómo nace el interés de trabajar como payaso?

Nadie en mi familia se dedica a la vida artística circense, soy el primero y esta profesión nació por casualidad. Mi mentor fue un amigo, el payaso Cosquillín, él me enseñó a pintarme, a contar chistes, payasísticamente me asesoró y apoyo en este giro que dio mi vida.

 

¿Es difícil dividir su vida entre Edwin y Rapito?

En realidad no es muy difícil, los días de semana soy Edwin Cruz, pero cuando me pongo el atuendo de payaso soy Rapito, cambio mi voz, mi personalidad. Me gusta ser Rapito, lo llevo en la sangre.

 

Son dos personas en una, ¿Cómo las describiría?

Edwin Cruz es luchador, como cualquier salvadoreño tratando de salir adelante para ser mejor cada día. Rapito es igual, muy trabajador, ambos son felices solo su aspecto cambia.

 

¿Ha sido difícil incursionar en este arte?

Como todo cuesta, he trabajado mi propia publicidad, las redes sociales también me han ayudado y, de haber comenzado con un par de clientes,  ahora ya tengo más de 500 personas que me han contratado, muchos de manera constante.

Este oficio trae muchas satisfacciones, por ejemplo tener muchos amigos y sobre todo que los eventos, cualquiera que sea, son especiales.

 

¿Cuáles son sus metas?

Seguir como payaso, pero a veces la edad puede ser una limitante, pues quizá nadie quiera ver un payaso con arrugas, sin embargo, mi show seguirá hasta que la gente me siga buscando para amenizar sus eventos. Además seguiré trabajando en expandir la manera de promocionarme.

Rapito ha decidido apoyar a otros payasos que están iniciando, así como él encontró ayuda, actualmente ya cuenta con dos discípulos a quienes los orienta en la maestría de hacer reír. Su meta es expandirse, ser reconocido por su esfuerzo y dedicación.

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