Aunque la industria azucarera del país genera miles de empleos, lo hace bajo muchas injusticias laborales y salariales hacia la clase obrera, según los afectados.
Texto y fotos: Douglas Canjura
Son las 10 de la mañana, el abrazador sol ilumina con todo su esplendor una zona rural conocida como “plan mango” al oeste del municipio de Nejapa, al norte de San Salvador; una zona representativa del cultivo de caña de azúcar.
La mañana avanza, casi es hora de almuerzo y el viento del medio día agudiza el ambiente con las enormes nubes de polvo que se levantan. A lo lejos se escucha el escandaloso ruido del motor de los camecos (máquinas utilizadas para cargar la caña de azúcar en los camiones), y detrás de la maquinaria los querqueros (personas que van recogiendo la caña que cae de los camiones) casi arrastrando los pies entre 6 o 7 personas, mayormente mujeres caminan desarrollando su tarea.
Las mujeres en esta función deben cargar en sus manos la pesada caña y hacerla montones para que luego la máquina pueda cargarla a los camiones. En la mayoría de ocasiones esta práctica los o las querqueras deben realizarla en jornadas corridas de 12 o 24 horas, sin muchos espacios de tiempo para descansar.
La dinámica de trabajo es marcada siempre por la cantidad de camiones que estén en el lugar esperando su turno para ser cargados. Este tipo de trabajo que para las mujeres resulta pesado no es bien remunerado.
Según dijeron los trabajadores durante un recorrido realizado por La Palabra Universitaria a un cultivo de caña en el sector de Nejapa, deben trabajar largas y cansadas jornadas por no más de 10 dólares, algo que dijeron es clara explotación laboral por parte de los empleadores.
El panorama no cambia mucho para las personas que trabajan en el transporte de la industria cañera, pues éstos deben de enfrentar muchos riesgos, obstáculos y vencer infinidad de limitantes.
Inocente Merchez es un lugareño que cuenta con diecisiete años de trabajar como motorista en la cooperativa El Ángel, un trabajo que él define como muy difícil y mal remunerado.
“El camión es nuestra casa” comenta Merchez, quien además asegura que muchas veces deben aguantar hambre, frío y noches de desvelo; pero que deben hacerlo por no haber muchas oportunidades.
En las máquinas de carga también se encuentran don Manuel Rodríguez y Luis Flores, quienes realizan una labor que requiere mucho sacrificio y esfuerzo.
Manuel Rodríguez trabaja como operador de cargadoras desde 1976, es decir 40 años desarrollando el trabajo y, según él, dicho trabajo le permitió la manutención de su hogar, además de dar estudio a sus hijos. La satisfacción con lo que hace el operario se nota en sus palabras, quien asegura haber trabajado en diferentes ingenios del país.
Luis Flores solo cuenta con cinco años de trabajar como cargador, dice haber visto una oportunidad laboral e interesarse por dicho trabajo. Tiene 24 años de edad y es uno de los operarios más destacados de la zona, por lo que algunos motoristas de camiones aseguraron sentirse confiados con la carga que les pone y con el trabajo que desempeña.
El ciclo del cultivo
El cultivo se divide en dos etapas y su ciclo se extiende desde el primero de noviembre de un año, hasta el 31 de octubre del siguiente.
La etapa de zafra se realiza en el verano, de noviembre a abril, donde se siembra la cosecha del año próximo y también se procesa en los diferentes ingenios la cosecha que fue sembrada el año anterior.
La etapa de no zafra se realiza en el invierno, que va de mayo a octubre, en la que los agricultores se dedican al mantenimiento y cuido de sus cultivos.
Uno de los caporales que trabaja en la siembra de caña en la cooperativa El Ángel, Guadalupe Parada, comenta que en el período de zafra se genera un aproximado de 400 empleos entre sembradores y sembradoras de caña, transportistas, rozadores y otros.
Según datos de la Agroindustria Azucarera de El Salvador, el cultivo de caña y la producción de azúcar representan el 2.28 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país y beneficia de forma directa a 48 mil personas, e indirectamente a 200 mil que dependen total o parcialmente de dicho cultivo.
